lunes, 11 de noviembre de 2013

El pobre flaco agüevoniao

Una versión recortada fue publicada en Épale Ccs Nro.55: http://www.ciudadccs.info/?p=499139



Era febrero de 1989 y los adecos estaban contentos porque Carlos Andrés Pérez acababa de asumir la presidencia de la República. Felices y en clave de fiesta, organizaron un concierto gratuito en el Nuevo Circo de Caracas, como gratitud al pueblo que eligió por segunda vez a ese coñoemadre. Anunciaron a un montón de cantantes y grupos nacionales y extranjeros, exponentes de varios géneros musicales, algunos de ellos de mucho renombre. Por ejemplo, el “Manos Duras” Ray Barretto. Yo en ese tiempo andaba embullado con la salsa y el jazz latino y nunca había visto tocar a ese tipo en vivo, así que no quería perdérmelo. Me junté con varios locos del 23 de Enero y me fui para el venerable lugar.

El grueso del público era de San Agustín del Sur, así que obviamente la mayoría iba a ver también al rey de las tumbadoras. Cantaron los teloneros (creo recordar que se presentaron Soledad Bravo y el grupo Madera, entre otros). Era temprano en la noche cuando se subió el legendario salsero. El Nuevo Circo se convirtió en fiera atronadora. Primera canción: una versión de “Si me voy para mi islita”:


Pero con la letra amoldada a las circunstancias: “YO ME VOY PA VENEZUELA”.

El sonido estaba perfecto; yo estaba en la tercera o cuarta línea de gente, abajo en la olla, cerquita de la tarima.
Segunda canción: Indestructible. Tercera canción: Cocinando. Terminada esta pieza el hombre se paró, levantó una mano, dijo “Chao” en castellano neoyorkino y desapareció junto con los músicos. Yo no entendía muy bien qué cosa era esa de “coitus interruptus” hasta ese momento. La gente empezó a pedir otra, otra, otra, por supuesto. Pasaron unos segundos. Luego unos minutos. Y la gente se empezó a arrechar. Poco después se arrechó por completo. Y empezó la botellamentazón y se formó el tumulto. Eran los salseros indignados porque Barretto los despachó con tres piezas apenas.
Transcurridos unos instantes más, para terminar de cagar la jaula, salió a la tarima un flaco esmirriado, pálido, drogado hasta las metras, más devastado por la sífilis que por el hambre. Agarró el micrófono y dijo: “Buenas noches. Me disculpan, pero es que ahora me toca cantar a mí”. Ahí sí fue que la gente estalló en serio: era un maldito rockero profanando un templo de la salsa. Pocas semanas después de ese evento estallaba el Sacudón; creo que éste hubiera sido más violento si no se hubiera producido antes este drenaje de energía. Esa noche hubo en el Nuevo Circo un ensayo del Caracazo.
El flaco agüevoniao esquivó unos botellazos y pedradas, con una mano en la melena desordenada y con la otra tapándose la luz de un reflector que lo encandilaba a pesar de los lentes oscuros. En un reflujo de la marejada furiosa alcanzó a decir: “Bueno, vamos a hacer algo: desahóguense ahí mientras yo acomodo a los músicos, y ustedes me avisan cuando pueda empezar”. Increíblemente, la gente se calmó. Increíblemente también, la banda del pedazo de flaco empezó a tocar. E increíblemente, la gente aplaudió y se puso a corear lo que cantaba el tipo, una canción que decía: “EN ESTA PUTA CIUDAD”.
A mí no me gustan las canciones de Fito Páez, pero esa noche empecé a respetar a ese valiente flaco agüevoniao, y empecé a escuchar con más atención a los clásicos del género.

***

Vainas de la memoria: acabo de encontrar (horas después de publicada esta crónica) un video del inicio de ese concierto, y resulta que no fue en febrero 1989 sino en diciembre de 1988, días después de las elecciones que ganó CAP. Igual, así cantó el flaco agüevoniao:

No hay comentarios: