Las carreteras venezolanas están llenas de hitos para el recuerdo. Cuando llegan los inevitables momentos en que la contemplación gana la partida comienza uno a detenerse en detalles como por ejemplo los nombres de los pueblos y caseríos. En la belleza de algunos, en su sonoridad (sin esfuerzo me remonto a Curimagua, Tucaní, Capatárida), y a veces también en los que desafinan, o tal vez es que lo agarran a uno con el oído desprevenido (Turturia, Bobures, Burere).
También están los nombres que lo enganchan a uno, no por su sonido armonioso o "desafinado" sino por la calidad de lo que evocan. Tengo estos, a uno y otro extremos de las preferencias:
También están los nombres que lo enganchan a uno, no por su sonido armonioso o "desafinado" sino por la calidad de lo que evocan. Tengo estos, a uno y otro extremos de las preferencias:
Agua Hedionda (Guárico)
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