domingo, 18 de enero de 2009

Carora, a secas

Publicado originalmente en aquel entrañable y maldecido blog, La Casa del Perro, el 26 de marzo de 2006.

De vez en cuando voy a Carora, el pueblo donde nací. De vez en cuando significa, en el idioma de quienes nos acostumbramos a sembrar raíces pero no a aferrarnos a ellas, algo así como seis o siete veces en los últimos diez años. No más que eso; el desarraigo viene en envoltorio de ingratitud, y eso pega. De vez en cuando.
Siempre que regreso allá (esta semana lo hice) entro en un interesante túnel del tiempo; a mi viejo lo encuentro más viejo, más enfermo y más digno, y al pueblo lo encuentro más grande y más ciudad. Pero por allí permanecen, inalterables, los detonantes del recuerdo.
Hace unos días hablaba, en mi blog sobre música de años pasados, del cine Bolívar. Fui a su encuentro, y aunque ya no existe queda un letrero con su nombre adosado a la pared.
También me reencontré con la demoledora soledad de La Otra Banda, en esa carretera larga, angosta y calcinada que lleva a los viñedos de Altagracia. El tiempo estaba nublado, evento muy extraño en una región que normalmente arde a 40 grados. No resistí la tentación de hacer unas fotos en blanco y negro, los matices que hablan de los tiempos idos.
la otra banda
la otra banda(2)

Luego, en la carretera Lara-Zulia, la emboscada mayor hecha cosa concreta en los nombres de las haciendas y pueblos cercanos: un recorrido de cien kilómetros me bastó para desengavetar de los sótanos de la mente esa sonoridad que relampaguea en forma de voces indígenas: lo que recuerdo de Carora está impregnado de Sicare, Puricaure, Sicarigua, Los Quediches, Los Arangues, Morere, Aregue, Burere, Curarigua, Guarimure.

Sicare

En estos días se celebra además un concurso internacional que lleva el nombre de Alirio Díaz, posiblemente el caroreño más universal. Un mural de Dalita Colombo lo convirtió en emblema inseparable, ya no de la cultura sino además del paisaje ciudadano:

aliriodiaz

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